Vivimos en una sociedad en la que el afán de las empresas por conseguir ganancias, por convertirse en las pioneras, por ser las primeras en su campo, hace que éstas analicen exhaustivamente nuestros sectores sociales para descubrir nuevas maneras sobre cómo hacerse llegar a un público cada vez más amplio o sobre cómo remodernizarse para poder llegar a nuevos de estos sectores de nuestra sociedad.
Todo esto ha conseguido que las grandes multinacionales de las marcas hayan fijado su objetivo en el grupo más joven y con más facilidades de conquista que existe en nuestra sociedad: los niños y adolescentes. Por esto han centrado sus esfuerzos en conquistar las escuelas y las universidades para poder llegar a todos esos pequeños y futuros consumidores. Además juegan con la carta de que los niños son muy vulnerables a las masas y las modas que surjan a su alrededor, por ello el objetivo primordial será llegar a una parte de la juventud que instaure nuevas tendencias para así poder llegar a su vez a más público.
A lo largo de la lectura del texto que hemos analizado, vemos cómo el autor nos describe con algunos ejemplos cómo la sociedad norteamericana ha permitido la entrada de éstas grandes marcas a los lugares que más se deberían proteger por parte de los políticos; los centros de enseñanza ya sean colegios o a un nivel más especializado como las universidades. Resulta descabellado cómo se ha dejado en manos de empresas que únicamente buscan las ganancias, la educación de la futura generación que moverá la economía de un país tan importante como EEUU.
Si bien es cierto, que nuestra sociedad va avanzando y que hoy en día las nuevas tecnologías se están implantando en todos los sectores, por lo que éstos niños cuando en un futuro comiencen a trabajar necesitarán tener todos esos conceptos y esas habilidades tecnológicas bien adquiridas. Según esto, la educación también necesita avanzar y modernizarse para despertar en los niños un mayor interés (además de prepararlos para el futuro y familiarizarlos con esas tecnologías).
Podemos entender que la financiación de la educación en ocasiones sea insuficiente y necesite de más ingresos para garantizar una correcta educación a los niños y jóvenes, y sobre todo que la implantación de las tecnologías a la educación precisa de aún más ingresos. También podemos comprender que las empresas quieran llegar a este público tan prometedor, pero no deberían permitir que éstas se cuelen dentro del horario de clase y en sus lecciones.
Es el caso del canal publicitario “Channel One”, el cual se ha colado en las aulas de los colegios para que los niños miren sus anuncios obligatoriamente entre las clases. A cambio, el canal recibe por parte de los anunciantes desorbitadas cantidades de dinero para entrar en las aulas. O el caso de “Zap me” un navegador gratuito de Internet que se ha puesto a disposición de los centros educativos para la navegación de los alumnos. Este navegador rastrea las búsquedas de los alumnos y lo pone a disposición de las marcas para que cada vez que un alumno navega por el buscador le salten los anuncios que él previamente se había interesado en buscar. De esta forma tienen un informe detallado sobre las preferencias de estos niños. Si pasamos a nombrar algunos ejemplos que ocurren en las universidades, vemos cómo las marcas deportivas de disputan el patrocinio de los equipos deportivos universitarios, obligando por contrato a que éstas universidades no puedan generar ninguna crítica contra la marca que los patrocina. Lo mismo ocurre con las farmacéuticas que encargan trabajos de investigación a profesionales de prestigiosas universidades. Cuando llevan a cabo el estudio y los resultados no les benefician, les obligan por contrato a los investigadores a no publicar dichos descubrimientos que podrían ser importantes avances para la ciencia o la medicina.
El ideal de universidad es aquél en el que los jóvenes se forman en una profesión para el futuro, donde se modela al futuro adulto y donde hay un ambiente de libertad en todos los sentidos. Por ello no se puede coaccionar a los jóvenes imponiéndoles en este caso marcas, cortando su capacidad de elección y acabando con su libertad de expresión.
Lo mismo ocurre con los colegios, los años que un niño pasa en el colegio son dedicados a educar en valores, a enseñarlos a convivir y lo más importante mostrarles la cultura de esa sociedad. No se puede mezclar algo tan importante con el consumo, las marcas y lo material, ya que lo único que consigue es acabar con la igualdad del que no puede adquirir esas marcas y fomentar el desarrollo de esos niños en la cultura del consumismo.
(1) KLEIN, Naomi (2001). No logo. Barcelona: Paidós.
